miércoles, 13 de mayo de 2015

Literatura y fútbol: Futbolistas de izquierdas (Quique Peinado)

Futbolistas de izquierdas (Quique Peinado. Léeme, 2013).
"Fútbol es fútbol". Aquella mítica frase, pronunciada por Vujadin Boskov en Zaragoza a finales de la década de los 70, dista mucho de lo expuesto en este libro. O, por lo menos, lejos están de compartirla los protagonistas del mismo. Porque Futbolistas de izquierdas es precisamente eso; un relato de protagonistas y, más concretamente, de sus historias. Historias de unos cuantos hombres que decidieron hacer del fútbol algo más que un deporte. Algunos tan conocidos como Cristiano Lucarelli, Sócrates u Oleguer Presas, o tan anónimos para la inmensa mayoría como el rojo Caszely, Claudio Tamburrini o Volker Ippig. Todos ellos nos trasladan a un marco ideológico encuadrado en la izquierda política, a lo largo de los siglos XX y XXI, haciéndonos explorar lugares tan dispares como Hamburgo (Alemania), Livorno (Italia) o Göteborg (Suecia). Cuidades y países a los que Quique Peinado, en un concienzudo -y soberbio- trabajo de documentación e investigación, ha viajado para contarnos de primera mano las historias que dan forma al libro.
Casi 300 páginas en las que el autor ofrece un testimonio de futbolistas que eligieron la valentía y el compromiso ante la indiferencia de otros. En un mundo en el que "lo fácil" es vivir ajeno del mundo en la pequeña burbuja de fama que el fútbol genera, los protagonistas de estos relatos deciden, en mayor o menor medida, abandonar dicha zona de confort para poner en práctica sus principios ideológicos.
Éste es, por todo ello y por la forma en la que está contado, un libro muy recomendable para todos los amantes del fútbol pero, especialmente, para aquellos que aprecian el denominado "deporte rey" por algo más de lo que ocurre dentro del terreno de juego. Para todos los demás, Futbolistas de izquierdas es un buen motivo para empezar a hacerlo.

lunes, 4 de mayo de 2015

El regreso

Volver a casa no implica hacerlo siempre esperando encontrártela tal y como la habías dejado.
Él se marchó dejando su habitación desordenada y con la maleta vacía.
Vacía de materialidad y logros físicos, pero llena de experiencias y recuerdos.
Lo hizo sabedor de que su marcha no era un abandono. Deseoso de que su vuelta no dejara de esperarse nunca.
Y así fue.
Se le esperó siempre. Se le apoyó aún cuando las cosas no salen como uno quiere, como ambos querrían.
Desde la lejanía siguió haciendo guiños a la que nunca dejó de ser su familia.
Sus caminos -separados- les llevaron al éxito. Un éxito que ambos sintieron como compartido. Síntoma de marcha consensuada, más que probable acierto y, sobre todo, añoranza de tiempos pasados.
Su hogar, tan distante en el mapa como próximo en el recuerdo, devolvía sus muestras de cariño con la imperecedera promesa del amor eterno.
Afecto mútuo que parecía asegurar un reencuentro en el que muchos, en algún momento de debilidad, dejaron de creer. Tal vez hasta él. 
Pero ese día llegó. Y con él, el éxtasis, sentimiento evocado por un sueño cumplido. Aquel que siempre tuvo como protagonista a ese "Niño" que se fue, pero que nunca lo hizo del todo.
Un "Niño" que ya no lo es tanto y regresa a un hogar reformado, que se ha mudado de barrio.
Distrito que es sinónimo de éxito, donde se codean los vecinos de mayor pedigrí y en el que vive instalado -y asentado- orgulloso de sus meritos, pero consciente de que la humildad y el trabajo habían guiado el camino para conseguirlos.
Un camino que continúa y al que, por fin, ha vuelto Fernando.

Foto: Juan I. Lechuga (VAVEL)